![]() |
La balsa de la medusa Théodore Géricault (1818-1819) |
Un blog no es más que una bitácora pública, un diario personal escrito en voz alta, motivado por la locura de pensar que restan cosas importantes que decir o por el miedo a ser avasallados en la avalancha de hombres y mujeres que pueblan la tierra y viajan por los mares y atraviesan con impudicia los cielos y cuya concurrencia amenaza con silenciarnos para siempre en el olvido latente que es la masa.
Hay osadía y una
tristeza sonsa en la escritura de un blog, porque en ese gesto de supuesta buena
voluntad que significa ofrecer los rasgos de una vida, las lívidas pasiones o
las ocurrencias del coleccionista memo, no hay otra cosa más que terror a la
soledad que es cada día más exigente y abultada. Escribir un blog es por eso
arrojar con desesperación a un infinito
océano de honduras inexplicables un mensaje, un recuerdo de nuestra voz, de
nuestro diminuto aliento, una botella que viajará a la deriva esperando que una mano
la recoja. Escribir un blog es creer con manso optimismo que algún día un
desconocido responderá a nuestro llamado. Aunque es inmensa la
posibilidad de que la botella viaje por los confines del universo sin encontrar
respuesta alguna.
A eso apuesta un blog: a carecer de lectores, a carecer de importancia, a morir seco de ojos curiosos que deseen acercarse a las intimidades del relato privado.
A eso apuesta éste blog y el que lo escribe, al delirio del soliloquio, el eterno monólogo, a
la indiferencia, apuesta a la soledad y a que el marcador de visitas no avance
ni retroceda, a que la compulsión de exigir comentarios solo sea una necedad,
un imperativo risible como el de un mendigo demente que hecha fustas contra el
aire, contra su propia sombra.
Por tanto Pantragismo,
como he bautizado a ésta precaria bitácora, es solo un capricho por hacer del
discurso privado una chanza pública, es un intento por agenciar unos cuantos
lectores para mis necios párrafos, sin promesas de “historia real”, tampoco
de confidencia íntima, y sin querer levantar polvareda con majaderías que escandalicen o causen espanto, nada
pretendidamente irreverente, ningún juego de efectos para la
distracción pública.
Creyendo con
estupidez solipsista de que mis palabras son merecedoras de atención pretendo escribir sobre las desaboridas pasiones personales, sobre lo leído, escuchado y visto, sobre el embeleso y el
asco, sobre naderías y delirios compartidos, sobre compromisos futuros y
proyectos fracasados. Empuñar la primera persona del singular y soltar toda la
sopa de mi vida, esperando que con éste mezquino acto de vanidad e
incompetencia pública encuentre disentimiento o concordia ajena, un otro que se
apee a mis palabras con curiosidad aunque recele de mi persona y de lo que digo,
aunque no tengamos más coincidencia que el irreductible campo de nuestro
lenguaje común.
A los millones de
blogs, de bitácoras, de recortes personales, de sesudos textos públicos, que
conforman el vasto océano de la red, sumo el mío, a sabiendas que no es más que
un intento desesperado por hacer reconocible mi presencia en medio de ese abominable
relato coral en el que se ha convertido nuestra desbordada especie y de que siendo una plaga eficiente pero venida a menos, enferma por dentro y
acusada por su propia regularidad y solvencia, por su intensa locura, escribir
con tanta desfachatez y publicidad en espacios abiertos, es tan solo la demostración
de que nos sentimos miserables siendo la
fracción más irrisoria y mezquina de ese demoledor todo que es la humanidad.
Aún así me aventuro en este delirio colectivo de pésimo gusto. Muy
tarde, a años luz de distancia del resto de bloggers, sin saber casi nada del
oficio y sin esperar nada del mismo. Lo hago porque no soy diferente al resto
de personas en el mundo, soy igual a cada uno de los billones de seres que
pueblan éste planeta, por eso, como ellos, me cobijo en la idea de creer que
puedo ser distinto y hacerme distinguir en la inconmensurable multitud.
E inauguro de una vez el recorrido, la botella que llamo Pantragismo, con oronda solemnidad la
lanzo al mar y avanzo en esas olas y negruras profundas en busca de ojos ajenos que se solacen con mis cicateros presupuestos.
Explicado el
punto no queda más que apurar el paso y dar pronto transito a la empresa
trazada.
AZM.
No hay comentarios:
Publicar un comentario