sábado, 31 de julio de 2010

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

La balsa de la medusa  Théodore Géricault (1818-1819)


Un blog no es más que una bitácora pública, un diario personal escrito en voz alta,  motivado por la locura de pensar que restan cosas importantes que decir o por el  miedo a ser avasallados en la avalancha de hombres y mujeres que pueblan la tierra y viajan por los mares y atraviesan con impudicia los cielos y cuya concurrencia amenaza con silenciarnos para siempre en  el olvido latente que es la masa.
Hay osadía y una tristeza sonsa en la escritura de un blog, porque en ese gesto de supuesta buena voluntad que significa ofrecer los rasgos de una vida, las lívidas pasiones o las ocurrencias del coleccionista memo, no hay otra cosa más que terror a la soledad que es cada día más exigente y abultada. Escribir un blog es por eso arrojar con desesperación  a un infinito océano de honduras inexplicables un mensaje, un recuerdo de nuestra voz, de nuestro diminuto aliento, una botella  que viajará a la deriva esperando que una mano la recoja. Escribir un blog es creer con manso optimismo que algún día un desconocido responderá a nuestro llamado. Aunque es inmensa la posibilidad de que la botella viaje por los confines del universo sin encontrar respuesta alguna. 

A eso apuesta un blog: a carecer de lectores, a carecer de importancia, a morir seco de ojos curiosos que deseen acercarse a las intimidades del relato privado.
A eso apuesta éste blog y el que lo escribe, al delirio del soliloquio, el eterno monólogo, a la indiferencia, apuesta a la soledad y a que el marcador de visitas no avance ni retroceda, a que la compulsión de exigir comentarios solo sea una necedad, un imperativo risible como el de un mendigo demente que hecha fustas contra el aire, contra su propia sombra.
Por tanto Pantragismo, como he bautizado a ésta precaria bitácora, es solo un capricho por hacer del discurso privado una chanza pública, es un intento por agenciar unos cuantos lectores para mis  necios párrafos, sin promesas de “historia real”, tampoco de confidencia íntima, y sin querer levantar polvareda con majaderías  que escandalicen o causen espanto, nada pretendidamente irreverente, ningún juego de efectos  para la distracción pública.
Creyendo con estupidez solipsista de que  mis palabras son merecedoras de atención pretendo escribir sobre las desaboridas pasiones personales, sobre lo leído, escuchado y visto, sobre el embeleso y el asco, sobre naderías y delirios compartidos, sobre compromisos futuros y proyectos fracasados. Empuñar la primera persona del singular y soltar toda la sopa de mi vida, esperando que con éste mezquino acto de vanidad e incompetencia pública encuentre disentimiento o concordia ajena, un otro que se apee a mis palabras con curiosidad aunque recele de mi persona y de lo que digo, aunque no tengamos más coincidencia que el irreductible campo de nuestro lenguaje común.
A los millones de blogs, de bitácoras, de recortes personales, de sesudos textos públicos, que conforman el vasto océano de la red, sumo el mío, a sabiendas que no es más que un intento desesperado por hacer reconocible mi presencia en medio de ese abominable relato coral en el que se ha convertido nuestra desbordada especie y de que siendo una plaga eficiente pero venida a menos, enferma por dentro y acusada por su propia regularidad y solvencia, por su intensa locura, escribir con tanta desfachatez y publicidad en espacios abiertos, es tan solo la demostración de que nos sentimos miserables siendo  la fracción más irrisoria y mezquina de ese demoledor todo que es la humanidad.
Aún así me aventuro en este delirio colectivo de  pésimo gusto. Muy tarde, a años luz de distancia del resto de bloggers, sin saber casi nada del oficio y sin esperar nada del mismo. Lo hago porque no soy diferente al resto de personas en el mundo, soy igual a cada uno de los billones de seres que pueblan éste planeta, por eso, como ellos, me cobijo en la idea de creer que puedo ser distinto y hacerme distinguir en la inconmensurable multitud.
E inauguro de una vez el recorrido, la botella que llamo Pantragismo, con oronda solemnidad la lanzo al mar y avanzo en esas olas y negruras profundas  en busca de ojos ajenos que se solacen con mis cicateros presupuestos.  
Explicado el punto no queda más que apurar el paso y dar pronto transito a la empresa trazada.

Hay que escribir.

AZM.